Si eres de aquellos nostálgicos que se deleitan viendo videos de las warehouse raves de los noventa en Inglaterra, si suspiras con los cimbreos de John Travolta en Saturday Night Live, o te gustaría haber sudado las pistas de Nueva York con Larry Levan y Frankie Kunckles, tengo una noticia para ti: no todos los tiempos pasados fueron mejores. Por lo menos desde que el colectivo El Cuerpo del Disco tuviera el acierto de resucitar hace un año las famosas sesiones de roller disco con sus fiestas bimensuales en la capital.
El viernes pasado celebraban un año rodando con un invitado de excepción, Henry Saiz en su vertiente como Hal Incandenza, un alter ego dedicado al estudio del italodisco y ritmos más tórridos. Todo en un escenario inmejorable, la recientemente renovada pista de la estación de Chamartín, que algunos recordareis por episodios de vuestra infancia.
En la entrada, iluminados por el rótulo y las luces de la fachada, nos esperaba un grupo de rollers fumando sobre sus patines, una escena que el subconsciente atribuye rápidamente a otra época.
La inmersión crece exponencialmente al cruzar la puerta, cuando, teñidos por neones y focos, y entre bailarines rodando, encontramos las taquillas y alquiler de patines a tres euros, un burguer bar con mobiliario estilo diner, y asientos para acaramelarse con Olivia Newton, viendo las farolas ambarinas de la calle tras una amplia cristalera. Todo muy retro, nuestra imaginación no podría haberlo hecho mejor.
En la pista, una animada concurrencia gira a merced del tocadiscos. La escena abarca todo tipo de edades y estilos, patines en línea o clásicos, nostálgicos y revisionistas, casuals o de calle. Todos ellos entregados en una atmósfera desinhibida, más ocupada en disfrutar, que en dar constancia en las a redes con selfies y pantallas. Sonaba un remix del Let it Hapen de Tame Impala, y en la cabina se sucedían Linda Mirada, Arturo Expósito, y El Cuerpo del Disco Djs, mientras el ambiente se caldeaba y los patinadores se dejaban llevar por los bombos exquisitamente horteras de delicatesens de la época, como el Self Control de Laura Branigan.
Yo, que no acerté a enfundarme los patines, asistía embelesado desde la barrera a verdaderas lecciones de “roller dance”, mientras el culmen de la noche llegaba con un remix de Tell You (Today), de Loose Joints o quizás del reboot de Robyn, no sabría decir dado mi ensimismamiento.
El tiempo volaba y el cierre nos pilló desprevenidos, con el compás frenético y endiablado de Love Attack de Ferrara , que me dejó con ganas de más y dos incógnitas en la cabeza. Cuando se celebrará la próxima, y si me entrarán los patines de cuando tenía quince años.