El Centro Penitenciario de El Dueso acoge el último proyecto artístico del enigmático artista reconocido internacionalmente Pejac.
Tres intervenciones que exploran, de forma conceptual, la esperanza como respuesta humana ante las adversidades.
Esta acción ha sido posible gracias al apoyo de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria.
Pejac es conocido por ser uno de los representantes de arte urbano con mayor proyección fuera de nuestras fronteras, cuya conceptual obra de tinte político y medioambiental se ha dejado ver en las calles de importantes ciudades del mundo, desde Kong a Nueva York, pasando por Moscú, Londres o Estambul. Continuando en la determinación de trasladar su particular mirada y arte a lugares poco comunes y sorprendentes, esta vez, el artista ha realizado una serie de intervenciones dentro de una de las prisiones más antiguas que existen en España, el Centro Penitenciario de El Dueso, a pocos kilómetros de Santander, ciudad natal del artista.
Asomado al mar cantábrico y rodeado de una zona de marismas, el penal, construido a principios del siglo XX sobre los restos de un antiguo fuerte napoleónico, constituye otro desafío más para Pejac en el que llevar a cabo sus poéticas intervenciones. Durante diez días en el mes de marzo, los muros, patios y corredores del centro se han convertido en su lugar de trabajo, lugar donde hoy puede contemplarse el conjunto de piezas bautizado como «Mina de oro”.
Esta actividad forma parte del compromiso de Eva Ranea como directora General de Cultura del Gobierno de Cantabria de llevar a cabo una política cultural inclusiva y abierta que abarquen a todos los sectores de la sociedad. A su vez, se integra en el conjunto de acciones e intervenciones desarrolladas en el propio centro penitenciario destinadas a la promoción y el crecimiento personal de la población reclusa, formando parte, en este caso concreto, de su programa de tratamiento individualizado. Por su parte, la gestora cultural María Avendaño se ha ocupado de la promoción y la coordinación del proyecto, además de la mediación entre ambas instituciones y el artista y su equipo.
El proyecto se compone de tres piezas que representan el valor de la condición humana, de su resistencia a la adversidad, de la necesidad de crear y de su deseo ante todo, de dejar una marca.
«Una prisión en sí misma es un lugar envuelto en una dura realidad y, al mismo tiempo, siento que tiene una gran carga surrealista. Es como si solo tuvieras que rascar un poco sus paredes para descubrir la poesía escondida en el interior”, dice el artista.
En oposición al hábitat natural en el que suele desarrollarse la práctica artística, “Mina de oro” está concebida como una obra que solo puede ser disfrutada por aquellos que, por derroteros de la vida, se encuentran cumpliendo condena en el centro penitenciario. Una dimensión que rompe con los códigos tradicionales del arte y que lleva la creación a un ámbito espacial alejado de su entorno habitual; el de las galerías, los museos y la práctica coleccionista. La acción ha formado parte, además, del programa de tratamiento individualizado del propio centro.
La forma de los días
Este mural, realizado en colaboración con los internos, representa una encina, especie que abunda en los alrededores del centro, al otro lado de sus muros. La figura del árbol está realizada a partir de dibujos de marcas de conteo, una forma de numeración empleada por muchos presos como herramienta para contar el paso de los días.
En palabras del artista, »este mural habla de la perseverancia como una de las virtudes más valiosas entre las paredes de El Dueso. Con la ayuda de los internos, pinté las icónicas rayas originalmente dibujadas en las paredes de las celdas para hacer un seguimiento de los días ‘adentro’.
Pintamos miles de ellas, jugando con formas y superponiéndolos para crear volúmenes que finalmente representan la forma de un inmenso árbol que contiene el paso del tiempo y la esperanza. Cada día en el interior es un día que te acerca a la libertad y al bosque de encinas que rodea los muros de esta prisión”.
Valor oculto
Esta pieza objetual toma como punto de partida una canasta de baloncesto, la cual ha sido intervenida por Pejac con un trampantojo que simula una esquina después de ser arrancada del tablero, descubriendo un fondo realizado en pan de oro. “Para esta pieza, utilicé hojas de auténtico oro de 22 quilates en el tablero de la cancha de baloncesto del patio de la prisión.
El recurso pictórico del trampantojo hace el resto, como metáfora de que a veces también hay oro ahí donde no brilla. Me gustaba la idea de transformar un objeto cotidiano en un objeto de lujo para que los internos puedan usarlo y jugar con él a diario. Lujo, al fin y al cabo, al alcance de todos”, explica su autor.
Muros huecos
Pieza de pintura mural hiperrealista compuesta por la figura de dos ventanas y un pájaro saliendo de una de ellas. Una vez más, el artista se decanta por la técnica trampantojo, creando un poderoso juego visual.
»Cuando vi por primera vez este pasillo, donde únicamente hay cemento y concertinas, sentí que necesitaba un elemento poético que restara dureza y presión a los que pasan a diario entre estos dos muros.
Imaginemos que en realidad están formados por puertas corredizas que podemos abrir como si fuera un inmenso armario empotrado. Imaginemos…”, dice Pejac.